Veinte minutos no son nada_5
El ruido de la máquina de café despertó a Sam, que se incorporó bruscamente y asustada, pues ella vivía sola.
Hizo una rápida inspección a la habitación donde se encontraba. No estaba en casa...menos mal. ¡Qué susto!.
Volvió a estirarse, le dolía la cabeza, la espalda y la vida misma. Pero, ¿cómo había acabado allí?.
Laura entró en la habitación con un café humeante.
—¿Sabes que te quiero, verdad?—le dijo Sam al verla entrar por la puerta con la taza.
—Lo sé, querida. Ten, tómate un ibuprofeno con el café. Debes tener la cabeza como un bombo.
Por suerte la fiesta terminó pronto para Sam, o eso le contó Laura. Tras dejarla dormir en un sillón durante una hora, Helena y ella decidieron que era mejor sacarla de la fiesta y más seguro que pasara la noche en casa de Laura.
—Menos mal, Laura. No me acuerdo de nada. Si me llegas a decir que para un día que salgo la he liado, me da algo.
Sonó el móvil. Había entrado un Whatsapp de un número desconocido. Sam le acercó el teléfono a Laura para que le dijese si ella tenía alguna idea de la persona que se lo podía estar enviando. Laura leyó en alto:
''Buenos días, Pamela, espero que hayas descansado y podamos vernos mañana un ratito, si te va bien''.
—Ya lo creo que sí, jajaja, es el chico con el que te fuiste ayer a dar un paseo y que luego te devolvió a nosotras porque estabas algo mareada. Es Joan, el amigo de Helena.
Sam no recordaba nada, ni siquiera su cara. Miró en su estado de Whatsapp para ver si tenía foto pero no, tenía la foto de un perro, un Carlino, para ser exactos. ''Qué cara de señor mayor triste tenía el perro; como se parezca el dueño, vamos apañaos, pensó aún aturdida''.
Volvió a quedarse dormida un rato más. Luego se levantó, se dio una ducha para poder activarse y se fue caminando hasta su casa, no sin antes abrazar largo y tendido a Laura y decirle que era un sol de amiga.
Ya en casa, relajada, volvió a leer el Whatsapp del tal Joan y se pensó durante un rato si debía o no contestar. Estaba tan bien desde que había decidido no tener ni una cita más, que ahora todo le daba pereza, hasta contestar a un Whatsapp.
Finalmente, se sintió un poco en deuda, por haberla cuidado la noche anterior y devolverla sana y salva junto a sus amigas y decidió escribirle:
—Hola Joan, ¿qué tal?...disculpa si mi comportamiento de ayer no fue muy bueno. Sinceramente, no tengo muy lúcido nuestro paseo. Estaba muy cansada y ''algo'' me sentó mal. Hablamos durante la semana, a ver si podemos vernos un ratito.
De esta manera, pensó, de aquí a que nos veamos pasará un tiempo y como ella no tenía ninguna prisa... pero recibió respuesta casi al momento:
—¿Paso mañana a recogerte para cenar?.
Sam, perpleja, decepcionada de su fracasado plan y un poco aturdida aún de la noche anterior, contestó:
—Te digo algo en veinte minutos, miro agenda, que no sé cómo tengo mañana el día.


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