Veinte minutos no son nada_3

 


No fue hasta bien entrado el otoño del 2018 que no quiso volver a saber nada de fiestas, hombres y mucho menos de relaciones o encuentros con desconocidos, salidos de una app de citas.

Qué curioso, cuando releo el párrafo anterior, contemplo la opción de poner o no coma detrás de desconocidos...

Continúo...sin más..

Sam se había refugiado en su casa, en el trabajo, en sus lecturas y en sus hijos. Este sedentarismo con pincelada depresiva, estaba haciendo mella en su figura, recién estrenado el climaterio.

Pero llegó el día.

Sucedió en la fiesta que había organizado Carmen con motivo de su cumpleaños. Cuando Sam llegó, los asistentes ya empezaban a estar animados y metidos en ambiente. 

Ella hizo su aparición lo más decentemente que pudo y no pasó desapercibida para algunos de los invitados. Llevaba un vestido negro de corte imperio, potenciando la zona del pecho y acabando en una falda estrecha, con abertura a uno de sus lados. Sus zapatos, un salón sencillo, negro también, con tachuelas doradas a un lado. Como complementos, un bolso bandolera de Louis Vuitton, comprado en Vinted y unos pendientes de cascada, también en dorado, que se dejaban ver bajo su melena lisa y rubia.

—¡Ya estaba empezando a enfadarme, Sam!. Pensaba que me dejarías colgada de nuevo. Le asaltó Carmen al verla dirigirse a la barra.

—No lo hagas, aquí estoy. ¡Felicidades Carmen!—le contestó Sam al tiempo que la besaba.— Siento llegar ahora pero mi vuelo ha llegado con retraso y me he dado toda la prisa posible.

Sam acababa de llegar de una reunión de trabajo en Bilbao y pese a las pocas ganas que tenía de salir, consideraba que ya le había dado demasiados plantones a Carmen ese año. No tenía excusa para no asistir a su fiesta de cumpleaños.

Inmediatamente, arrastraron a Carmen hacia el centro del local donde la esperaba un grupo numeroso con una caja gigante, seguro que era para darle uno de esos regalos conjuntos de ''mejor grande, ande o no ande'', que luego no sabes donde meter en tu casa y que se pasará cuatro meses en el balcón, que es el único espacio donde nada molesta en invierno.

Sam volvió a reconducir sus pasos hacia la barra. Necesitaba una copa ya. Mientras se dirigía a la barra, le pareció ver a Laura no muy lejos de allí.

La siguió con la mirada mientras pedía al camarero que le pusiese un ''sex on the beach''. Sam era más de cerveza y buen vino pero, tal y como iba vestida, toda de negro, y en esa fiesta de postín, quiso dar un toque de color tanto a su outfit como a su semblante sombrío.

—¡Hola!— oyó que le decían efusivamente desde su espalda.

—¡Hola!— contestó girándose al tiempo que alzaba sus brazos para achuchar a Laura, a quien había reconocido por su inconfundible y aguda voz. —Te he visto hablando con gente y no he querido molestarte.

—Tu nunca molestas, boba. Vamos, que quiero que conozcas a alguien.

—Que no sea un hombre— dijo Sam irónicamente.

—Boba, quiero presentarte a mi amiga Helena. No has llegado a coincidir con ella nunca pero en cuanto hables diez minutos con ella, la amarás o la odiarás. Espero ansiosa tu veredicto.

Y allí la dejó, frente a Helena, que enseguida agarró a Sam de la mano hasta un reservado que había y en donde unas personas demasiado snobs les hicieron un hueco en el banco de terciopelo en donde estaban sentados, poniéndole al tiempo un cigarro perfectamente liado en su mano.

—Esta es Sam— dijo a los allí presentes, sin que nadie las hubiese presentado a ellas previamente. Laura debió darle buena cuenta de quién era Sam y de su estado de ánimo.

 —Hola a todos y gracias por querer compartir conmigo, pero yo no fumo— dijo mientras intentaba deshacerse del cigarro.

—Ninguno de los que estamos aquí fumamos, querida— contestó una voz que bien podía salir de las cavernas ya que venía del fondo de la sala y cuyo rostro no consiguió vislumbrar...

Mientras, alguien impulsaba con cierta ansiedad su mano hacia la boca, ella aspiró lentamente. Fue en ese momento que le vino a la cabeza el mito de la caverna, la alegoría que había llevado a Platón a afirmar la existencia de dos mundos: uno sensible y otro inteligible: el mundo de los sentidos y el mundo de las ideas, y cómo los seres humanos nos movemos a través de ellos.

—Me quedo 20 minutos y me voy. Estoy demasiado cansada para esto— dijo Sam al tiempo que daba la segunda calada.

A veces, la realidad es tan difícil de afrontar que huyes de ella. Otras veces sientes de una manera tan intensa y dolorosa que sales a la superficie a respirar realidad.

Sam, hoy, eligió sentir...


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