Las flores marchitas de Sam_1

 Le conoció en una app de citas.

Sus fotos le imaginaban todo un señor. Bien vestido, pulcro, cuidadoso de su imagen.

Era abogado y trabajaba en la zona alta de Barcelona. 

Tenía 50 años y decía querer enamorarse de nuevo. Llevaba cinco años sin pareja y ya anhelaba una compañera, una amiga, unos brazos y un proyecto en común.

—Las cosas han cambiado mucho desde que me separé, dijo un día. A estas alturas de la vida, es mejor tener una compañera y disfrutar cuando se pueda, que una mala convivencia.

—Cada uno en su casa y nos vemos cuando podamos y queramos compartir, contestó ella. Estaba totalmente de acuerdo.

Y así empezó una sucesión de conversaciones que apuntaban a tener muchas cosas en común.

Pasaron dos semanas y él la invitó a cenar. Salía algo tarde pero tenía ganas de encontrarse con ella. Se le notaba interesado.

Quedaron a las 21h en un restaurante cerca de su despacho de abogados . Era un pequeño restaurante japonés, íntimo y acogedor.

La primera impresión se notó, sin lugar a dudas, en sus caras al verse. No disimularon ni un poquito. Ambos se gustaron mucho.

Ella comió muy poquito. Le pasaba siempre que tenía delante una cita que le gustaba, se le cerraba el estómago y las mariposas le comían hasta las entrañas.

Así transcurrió la cena, él comía y ella lo intentaba. Hablaban de sus cosas, preguntas y respuestas. Todo lo relativo a una primera cita en donde ya tienes mucha información. Siempre se repasan conversaciones en las que te quedaste con las ganas de saber con qué voz las diría presencialmente o cómo gesticularía; si lo contaría de viva voz con timidez o con desparpajo...

Él sonreía mucho y hubo un momento que posó su mano sobre la de ella y le dijo con cariño lo contento que estaba de haberla conocido.

Después de la cena, fueron a tomar una copa y él cada vez disimulaba menos lo atraído que se sentía hacia ella. Ella recibía todas esas muestras de afecto como un regalo del cielo. Tan necesitada de ellas...pero las aceptaba moderadamente, sin ansiedad y dosificando su alegría. No quería parecer ansiosa. A él no le importaba mostrarse tal y como se sentía.

Al día siguiente, cuando ella llegó al trabajo, le embargó el deseo de hacer algo especial por él para devolverle todo el afecto que le había dado la noche anterior y decidió enviarle flores al despacho.

Encontró un sitio maravilloso en la web, donde las envían en una caja regalo, sus tallos dentro de un estrecho contenedorcito de agua y un jarrón en la misma caja para que las pueda colocar en cuanto las reciba. Era un ramo de flores muy masculino. Tenía mucha personalidad.

Las recibió a las 21 h y su sorpresa fue mayúscula. La llamó y le dijo que si podía pasar por su casa y verla cinco minutos para darle las gracias con un beso. Ella accedió. No podía dedicarle más tiempo porque era tarde y ella tenía a sus hijos en casa. No obstante, ella bajó al portal donde él la esperaba.

El recibimiento fue esplendoroso. La apretó fuerte entre sus brazos y le dijo que había sido un detalle precioso. La besó y le dijo que al día siguiente pasaría a por ella para ir a cenar.

Efectivamente, a las ocho en punto, su coche estaba parado frente a su casa y ella se dirigía hacia él con el nerviosismo de una niña de veinte años cuando va al encuentro del chico que le gusta.

Se dieron un beso tierno y se fueron a cenar.

Después de la cena, ella debía marchar. Ya se lo había dicho. Tenía una reunión importante al día siguiente muy temprano y debía terminar una presentación aún. Habían pasado otra velada estupenda y llena de buenos momentos, risas y confidencias. No podían dejar de tocarse: cuando hablaban, cuando caminaban por la calle, cuando se decían cosas bonitas...todo iba como la seda.

Estaban despidiéndose en el coche, frente a la casa de ella, cuando él agarró con firmeza su mano y la condujo hacia su miembro, así, de repente, de manera inesperada y con ansiedad.

Ella le dijo que no era el momento. Debía irse. Estaba algo sorprendida pero no dejó de sonreír. No quería tomarse a mal el gesto...aún. ¿Qué necesidad de hacer las cosas con prisas y mal, cuando podían verse otro día y contar con todo el tiempo del mundo para disfrutarse?.

Pero a él no le gustó la respuesta que escuchó y se bajó la cremallera de su pantalón esta vez. El gesto fue furioso. Volvió a sujetar su mano con fuerza y a dirigirla hacia él. Ella volvió a retirarla. ¿Estaba con el mismo hombre que los días anteriores?. 

Él no se cortó al mostrar su enfado y....


continuará

#LasAventurasDeSam


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