Quiéreme desde tu casa
— Ponme un café con leche desnatada, un mini integral de atún y luego recoge mi pena con la escoba o deja que la escriba en esa esquina de ahí.
Eso es lo que hubiese dicho hoy nada más entrar en mi cafetería favorita. Y es que este martes post Semana Santa de hoy es más lunes que un lunes.
Sin embargo, he dado los buenos días mientras contestaba con un ‘’sí, gracias’’ a la pregunta de:
—¿lo de siempre?, y he caminado hacia mi rincón, ese desde donde veo a todas esas almas que quieren salir un ratito a hablarme.
Doy un sorbo a mi café y espero a que comiencen, mientras veo el trasiego de penitentes que entran y salen con pocas risas y unos lamentos y suspiros más largos que la procesión de la Hermandad de la Entrega de Cádiz (que por si no lo sabíais hace un recorrido de más de 13 km.).
— ¡Qué bien sienta volver a la rutina!— dice Paco, octogenario, mientras se sienta.
Sus arrastrados pasos vienen, seguramente, del trasiego de cama ajena; porque muchas familias, en estas fechas, se llevan a sus mayores a ninguna parte con la excusa de ‘’que no pasen estos días solos’’ y poder protestar después de ‘’qué mala es la vejez y cuánto trabajo da’’.
Hoy se le veía cansado, pero feliz de hacer lo que no deciden otros por él. Con la tranquilidad del que está con el sonido de la gente que elige para hacer su café en solitaria compañía.
— Ya se ha ido todo el mundo - grita otra señora con risa nerviosa cuando le acercan los churros a la mesa.
Y algo me dice que la pobre señora no ha parado de recibir gorr-i-ones en casa a quienes cocinar a destajo, que allí se han plantado, con la excusa del ‘’vamos a hacerle compañía estos días’’, pero con la intención de gastar lo menos posible dentro para tener guita que gastarse fuera.
— Me tomo un café y voy a darle un meneo a la casa!, - dice la otra pobre, que cuenta que le han dejado la casa sus nietos para hacer lumbre con los escombros.
Y sí, es que hoy me han hablado las almas cansadas de nuestros mayores. A medida que entraban, se iban sentando en mesas individuales, de espalda entre ellos, evitando el contacto visual y simulando un viaje en tren, seguramente el mismo que les alejaba de sus ‘’seres queridos’’.
Y es que, sin generalizar… hay familias muy cansinas.
Y esto me lleva de nuevo a cantar las bondades de saber querer y que te quieran con la debida distancia, sin invasión, dando el espacio justo y necesario. Sin aprovecharse de nadie y sin dejar que se aprovechen de ti.
No me quieras tanto, quiéreme mejor.
Marcho a casa con esta reflexión de Warsan Shire:

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